martes, 29 de octubre de 2013

Magnético.

Es magnífico sentir como durante todo el trayecto voy notando el viento azotando mi cara. Y aunque en realidad los azotes deberían dirigirse hacia mi lujuria, en mi rostro quedan bien. He presionado al futuro en mi cabeza, contra los poros de mi piel; los sonidos se hacen cada vez más intensos dentro de mis oídos. Que no hablo del brillo, que no sus manos golpeando mi cordura, sino el ritmo que tiene la calle una vez se han apagado las luces que la visten.
Me he quedado con las ganas, y la imaginación ha decidido comenzar a jugar  confundiendo arriba y abajo; pero merecerá la pena sentir como se va encogiendo mi corazón entre sus manos. Un poquito lleno de pasión, y otro poco asfixiado. Sentir como, definitivamente, el deseo ha superado la razón, la agilidad al viento. Sentir la dulzura de las notas insultando su esencia, como el tiempo coge su canción y la divide en partes que suenan dentro de mis laberintos. Sus letras acogen todo el deseo carnal y lo guardan entre mis muslos, entre calada y calada difundiéndose por la nube de su habitación. Melodía que es libre y deja volar mi alma de forma aleatoria, confundiendo la realidad con los pensamientos. 
Permitir que la mente fluya sola hacia otros mundos, otros paisajes, y otras lágrimas. 
El viento sigue azotando mi cara, su velocidad ya no me impide ir más lento; pero la sombra de mis ganas está deambulando día y noche por mi subconsciente.

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